¿Realmente existe la libertad? Sin duda, el
desentrañamiento de este tema ha sido motivo de
discusión entre filósofos de todos los tiempos, motivo por
el cual –aún no sabemos si libremente- decidimos
plasmar en estas líneas nuestro respectivo análisis, el cual, reconocemos, es
demasiado endeble comparándolo con los profundos estudios
de Sartre, de
Hegel, de
Kant, de Leibniz,
del Barón d’Holbach o de Hartmann, por mencionar
algunos. No obstante ello, la complejidad de abordar este tema no
debe ser motivo de susto o declinación para quien desee
hacerlo, pues para cualquiera que lo intente resultará
provechoso tratar de sumergirse, aunque sea superficialmente, en
las profundidades del mismo. Seguros estamos
que al terminar de leer este trabajo se tendrá la
suficiente información como para poder formarse
una opinión propia al respecto, por lo menos. Así, conocer si somos libres o no, o mejor dicho,
conocer si podemos ser libres o no, creo que es lo menos que como
individuos pensantes podemos hacer. Saber si lo que hemos
realizado desde que usamos la razón o lo que tenemos
planeado realizar como proyecto de vida,
fue o será producto del
ejercicio de nuestra libertad o tristemente resultado del
movimiento de
los hilos que Dios, el destino, la naturaleza o como
suela llamársele haga de nuestra vida marioneta. He
aquí la importancia de saber si existe la
libertad.
La libertad:
¿qué es?
Sobre la libertad se ha dicho y se seguirá
diciendo mucho. Se argumenta, por ejemplo, en algunas
concepciones, que siendo el hombre
libre no lo es del todo pues tiene toda actividad regulada
por pautas de conducta
que le dicen lo que debe y lo que no debe hacer. A estas se
suma la contradicción que sostiene que aún
teniendo la conducta regulada por normas existe
la disyuntiva de lo que el individuo decide o no decide
hacer, otorgándole otra acepción a la palabra
libertad, libre albedrío. Guillermo Cabanellas al respecto nos dice: se trata
de la "facultad humana de dirigir el pensamiento o la conducta según los
dictados de la propia razón y de la voluntad del
individuo, sin determinismo superior ni sujeción a
influencia del prójimo o del mundo exterior", a lo que
podemos agregar que, siendo así, el ser humano es
libre independientemente de la existencia de las normas que
rigen su conducta y de las sanciones que, como resultado de
la priorización optada, se deriven. Pero este hecho tiene un antecedente nacido de una
relación de dependencia, si nos remontamos a los
tiempos primeros de la existencia del hombre,
como nos dice Juan Monroy: –la única posibilidad
que tuvo el animal humano para subsistir dependió de
la formación de grupos
(clanes, tribus, gangs). Lo que explica un rasgo del hombre
tan antiguo como su existencia: su sociabilidad"–. Si a
esto le sumamos lo venido después, desde las viejas
Concepciones Estatales, Platónicas como
Aristotélicas, Rousseau y
su Social Contract, el nacimiento del Constitucionalismo,
Montesquieu y la Teoría de la Separación de
Poderes y el reconocimiento de los Derecho Fundamentales de
las Personas, concluiremos –inobjetablemente– que
la libertad forma parte de la evolución del hombre y que ha sido tema
de discusión y polémica durante toda nuestra
existencia y que además se denota una gran
dependencia, o necesidad, del hombre a vivir con otros en
sociedad para
facilitar la respuesta a sus necesidades. Siendo así y
dando cuenta que al fin el hombre es libre y que en medio de
tanta libertad depende de otros para poder aplacar su
necesidad de bienes que
le aseguren la subsistencia; la misma relación de
dependencia, ¿no constriñe la
libertad?
La libertad y la
ética
Desde un punto de vista ético la libertad humana
se puede definir como la "autodeterminación
axiológica." Esto significa que una persona libre se
convierte, por ese mismo hecho, en el verdadero autor de su
conducta, pues él mismo la determina en función de
los valores
que previamente ha asimilado. Cuando no se da la libertad –o se da en forma
disminuida– entonces el sujeto actúa impedido por
otros factores, circunstancias y personas, de modo que ya no
puede decirse que es el verdadero autor de su propia conducta. De
acuerdo con esto se dice que la condición previa de la
libertad en un individuo es la captación y
asimilación de los valores. En la medida en que un
individuo amplía su horizonte axiológico
podrá ampliar paralelamente el campo de su propia
libertad. Y en la medida en que una persona permanezca ciega a
ciertos valores, se puede decir que posee una limitación
en su libertad. La libertad humana tiene que ir paralela con el sentido
axiológico y el sentido de responsabilidad, de no ser así se convierte
en libertinaje. Uno de los aspectos más importantes en la vida de
una persona es su proceso de
liberación. La libertad puede aumentar o disminuir a lo
largo de la vida. Los primeros factores que limitan la libertad
del hombre son los condicionamientos, el Súper Yo, las
manipulaciones ajenas, las emociones
sofocantes y las ataduras de una filosofía
pesimista.
es el valor de decir la verdad, ser decente, recatado, razonable, justo
y honrado. Desde un punto de vista filosófico es una cualidad humana
que consiste en actuar de acuerdo como se piensa y se siente. Se refiere
a la cualidad con la cual se designa a aquella persona que se muestra,
tanto en su obrar como en su manera de pensar, como justa, recta e
íntegra. Quien obra con honradez se caracterizará por la rectitud de
ánimo, integridad con la cual procede en todo en lo que actúa,
respetando por sobre todas las cosas las normas que se consideran como
correctas y adecuadas en la comunidad en la cual vive.
En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el
simple respeto a la verdad en relación con el mundo exterior, los hechos
y las personas; en otros sentidos la honestidad también implica la
relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo.
Honestidad y honradez, términos originariamente distintos, se han
aproximado con el lapso del tiempo y la influencia del idioma inglés; de
tal modo que se está produciendo una suerte de refundición de ambos
para aludir a la definición de honradez, siendo ésta sólo una de las
acepciones del vocablo "honestidad
La honestidad según Confucio
La honestidad es uno de los valores y componentes más importantes de una personalidad saludable con tu entorno y con los demás.
En su nivel más superficial, el Li, son todas aquellas
acciones realizadas por una persona con objeto de construir la sociedad
ideal, y destinadas a cumplir sus deseos, ya sea a corto plazo (mal) o a
largo plazo (bien). Admitir que se busca la gratificación inmediata,
con todo, puede contribuir a transformar un acto malo en uno peor, del
mismo modo que ocultar las intenciones a largo plazo puede empeorar una
buena acción. Un principio fundamental en esta teoría es la de que una
buena persona debe mostrar sus sentimientos sinceramente en su rostro,
de forma que facilite la coordinación de todos en la consecución de
mejoras a largo plazo. Esta sinceridad, que abarca incluso a la propia
expresión facial, ayuda a lograr la honestidad con uno mismo, y a que
las actividades humanas resulten más predecibles, amigables y
placenteras. En esta primera versión, la honestidad se logra buscando
únicamente el propio beneficio.
La honestidad es una cualidad humana que
consiste en comportarse y expresarse con coherencia y sinceridad, y de
acuerdo con los valores de verdad y justicia. En su sentido más
evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la
verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros
sentidos, la honestidad también implica la relación entre el sujeto y
los demás, y del sujeto consigo mismo. Dado que las intenciones se relacionan estrechamente con la justicia
y se relacionan con los conceptos de "honestidad" y "deshonestidad",
existe una confusión muy extendida acerca del verdadero sentido del
término. Así, no siempre somos conscientes del grado de honestidad o
deshonestidad de nuestros actos: el auto-engaño
hace que perdamos la perspectiva con respecto a la honestidad de los
propios actos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar
nuestra decisión.
Al no encontrar lugar para estacionarse, una mujer decide ocupar un espacio reservado a personas discapacitadas, pese a que ella no padece discapacidad alguna. Alrededor de las doce de la noche, un muchacho que vive en un edificio de departamentos pone a todo volumen la música de su banda de heavy metal favorita. Un señor llega a la taquilla de un cine y, en lugar de formarse como el resto de la gente, se mete a la fuerza en la fila argumentando que faltan cinco minutos para que comience la película. Mientras una niña le cuenta algo importante a su mejor amiga, ésta saca su teléfono celular y comienza a enviar mensajes de texto. Durante la clase de Física, cuando el maestro se encuentra hablando, varios alumnos conversan entre sí en voz alta. ¿Qué tienen en común todas estas situaciones? Los ejemplos anteriores muestran algunas de las muchas formas que adopta la falta de respeto. En estos casos, una o varias personas actúan de acuerdo con sus propios intereses y sin tomar en cuenta los deseos, derechos o sentimientos de los otros.
El respeto es la base de la auténtica convivencia. Sin él, las relaciones sanas y pacíficas entre las personas no son posibles. De hecho, la sociedad entera no puede funcionar adecuadamente si carece de dicho valor, pues vivir en comunidad significa tomar en cuenta los intereses y necesidades ajenos. Dicho respeto debe ser, además, recíproco, esto quiere decir que así como nosotros estamos obligados a respetar a nuestros semejantes, ellos deben respetarnos también.
Resulta fundamental comprender que el respeto no significa solamente ser amables con los demás. Dicho valor va más allá de no ocupar los lugares para discapacitados, no meterse en la fila del cine y decir “por favor” y “gracias”. Todas estas son valiosas muestras de cortesía y buena educación. Sin embargo, el verdadero respeto tiene que ver con algo más profundo: significa reconocer que todas las personas son valiosas, que tienen los mismos derechos innatos, que poseen dignidad humana. Discriminar a alguien, menospreciarlo, humillarlo, ignorarlo, burlarse de él, privarlo de su libertad, tratarlo como un ciudadano de segunda… Todas son expresiones de una misma actitud negativa que nos impide convivir en paz y armonía.
¿Y tú qué piensas…?
• ¿Piensas que eres una persona considerada? ¿Por qué?
• ¿Cómo es el ambiente en tu escuela? ¿Es un lugar donde la gente se trata con respeto?
• ¿Qué podría hacerse para que exista mayor respeto en tu centro de estudios?
• ¿Crees que este valor mejora la convivencia entre los individuos? ¿De qué manera?
Podríamos pensar que faltar al respeto es simplemente tener malos modales.
Claro, hablar con la boca llena, presentarnos sucios a la escuela o el trabajo, o empujar a los otros para pasar son conductas irrespetuosas. Sin embargo, significan poco en comparación con las verdaderas faltas de respeto: tocar a alguien sin su consentimiento; burlarnos de una religión, de un trabajo o una forma de vida diferente a la nuestra, querer utilizar a los demás como medios para nuestros planes, abusar de quienes estan en desventaja (los ancianos, las personas enfermas, los niños muy pequeños, los animales). Debes evitarlo siempre. A veces, la mejor forma es seguir las reglas.
Pero pensar siempre “debo hacer esto”, “no debo hacer lo otro” es solo el primer paso. El gran progreso en la búsqueda del respeto no esta en la inteligencia, sino en el corazón: el amor a los demas sirve de guia e inspiracion para cuidarlos y honrarlos por formar parte de la vida.